Por Ricardo
Angoso
Periodismo sin Fronteras
Periodismo sin Fronteras
Junio 25
de 2014
Los medios de comunicación colombianos en la
campaña electoral, entre la burda propaganda y el descrédito generalizado
La
utilización rastrera de la censura por parte de este poder mezquino e
ignorante, pero no por ello menos eficaz y maquiavélico, en el sentido de que
el fin justifica los medios, ya tuvo su demostración cuando fue despedido, sin
causa alguna más que su talento e independencia, José Obdulio Gaviria.
El papel de los
medios de comunicación colombianos en la última campaña electoral, junto con el
de algunos “profesionales”, ha sido, más allá de la disputa política,
vergonzoso, sumiso, absolutamente rastrero y servil. De información nada, pura
adulación hacia el poder. Y es que la mayor parte de los medios de comunicación
han dado, por decirlo de una forma fina, un espectáculo nunca visto no ya en la
historia de este país sino me atrevería a decir que en todo el continente.
Nunca hasta ahora
se había visto como medios, columnistas, canales de televisión y hasta
analistas prestigiosos tomaban partido por uno de los candidatos -claro el que
estaba en el poder: el presidente Juan Manuel Santo-, y fustigaban sin piedad a
su contrincante, Oscar Iván Zuluaga. No estoy defendiendo a Zuluaga, no se
crean, sino al buen nombre del periodismo.
Si algunos creen
que lo visto fue un ejercicio de libre periodismo, una vez que se perdió la
credibilidad y se dio el paso hacia la burda propaganda, están equivocados. Los
medios no están para hacer campañas a nadie, y menos de ese estilo tan facilón,
simplón y peripatético como lo han hecho en Colombia; pedir el voto a favor de
la paz, como hacían la revista Semana o el diario El Tiempo, convirtió a estos
medios en agentes de propaganda del presidente Santos. Eso no era información,
que nadie se equivoque, sino pura entrega al poder y un servilismo rayano a lo
que en Edad Media se conocía como los lacayos de corte.
Pero más penoso
fue ver como periodistas con cierto prestigio perdían todo el sentido del rigor
y su deber de informar a sus lectores, televidentes u oyentes. Escribidores a
sueldo del poder, descarados oportunistas, lentejos o chaqueteros vendidos al
mejor postor y un sinfín de lameculos sin un ápice de pudor, junto a la
mediocre y mezquina corte del máximo líder, constituían, por sí mismos, un
espectáculo mediático dantesco y no exento de sus ribetes cómicos si no hubiera
sido porque la condición humana y profesional se rebajó tanto que daba
vergüenza ajena. El coro de semejantes especímenes, como si fuera una
jauría orquestada desde el poder contra Zuloaga y sus escasos apoyos, no dejaba
lugar a dudas de la gran kermesse que se avecinaba para recibir al candidato
vencedor.
Juan
Manuel Santos y Vicky Dávila
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Nunca había
asistido en una campaña electoral, y les aseguró que he cubierto muchas, a algo
parecido. Personajes mezquinos compitiendo en adulación hacia el Comandante en
Jefe que, dicho sea de paso, podrá ser un gran líder, pero su mediocridad retórica
y su ignorancia supina de casi todas las grandes cuestiones está fuera de toda
duda. Una cosa es tomar partido más o menos por alguien, como lo hacen casi
todos los grandes medios de una forma sibilina, y otra hacer tosca propaganda,
cayendo en contenidos de carácter manipulador y simplista, presentando a los
partidarios de Santos como amigos de la paz y a los candidato Zuluaga como
guerreristas y amantes de la guerra, ¿se puede caer más bajo?
Antonio
Caballero y Daniel Samper Pizano
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El ejercicio del
periodismo exige que el periodista tenga la capacidad de desdoblarse,
manteniendo su ideología pero también su independencia a la hora de escribir e
informar. ¿Qué respeto se le puede tener a alguien que deja el más mínimo
criterio profesional a la entrada del medio para servir de una forma acomodaticia
e infame al poder? Llamar periodistas a gentes como Daniel Samper, Antonio
Caballero y María Jimena Dusán, que tomaron claramente partido sin ningún
atisbo de objetividad y sonrojo por Santos, me parece que no se asemeja de
ninguna forma a la verdad. No son periodistas, son otra cosa: propagandistas.
Durante esta larga
campaña electoral hemos asistido a un linchamiento mediático sin precedentes, a
una suerte de puesta en marcha de un “ventilador” desde donde se arrojaban los
comentarios más hirientes, las descalificaciones más pútridas y las más viles
mentiras, como si en la política de hostigamiento de los medios contra los
adversarios de Santos todo valiese.
Sálvense en esta
nómina de indignidades nacionales a medios como Las2Orillas, Periodismo
sin Fronteras y el programa radial La Hora de la Verdad del
comunicador Fernando Londoño, cada uno con su sesgo ideológico pero que
mantuvieron una cierta independencia de criterios y una mínima neutralidad.
Persecución
política, como en Cuba, Ecuador y Venezuela. Y, para colmo, luego la persecución política desde el
poder. Pensábamos hasta ahora que Colombia quedaría al margen de la corriente
represiva contra los medios que había comenzado en Venezuela y después se
extendió al resto de los países “bolivarianos”, pero nos equivocábamos, como en
otras cosas.
La utilización
rastrera de la censura por parte de este poder mezquino e ignorante, pero no
por ello menos eficaz y maquiavélico, en el sentido de
que el fin justifica los medios, ya tuvo su demostración cuando fue despedido,
sin causa alguna más que su talento e independencia, José Obdulio Gaviria de la
nómina de columnistas de El Tiempo. A este “zarpazo” desde Casa Nariño contra
la libertad de expresión se le vino a unir la supresión del programa que tenía
este mismo columnista en el canal de televisión Cable Noticias.
José
Obdulio Gaviria, víctima de la censura de prensa de este gobierno
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Pero claro, como
tenía que suceder, las cosas no iban a quedar así tras la “sorpresiva” victoria
del candidato Santos, sino que tenían pasar una línea más y la apisonadora del
poder no se iba a detener frente a nada ni nadie. Hassan Nassar, una de las
voces más independientes del periodismo colombiano y gran profesional del medio
televisivo, sufría desde hacía meses la presión por parte de la dirección del
Canal donde trabajaba -también Cable Noticias- para que acallara las críticas
que emitía desde su cuenta Twitter hacia el ejecutivo colombiano. Incluso le
había llamado la atención, por sus acidas opiniones, la mismísima e inefable
Canciller de Colombia, María Ángeles Holguín, en un acto de prepotencia y
arrogancia desde el poder. Corren malos tiempos para la libertad de prensa en
Colombia. Veremos qué pasa en estos cuatro años.
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